domingo, 7 de junio de 2015

Floripondio de la mendiga



De un árbol de plaza pública
Cuelgan las enaguas de la viuda.
Una mendiga de cabello rojo  
Las protege desde un palacio de cristal
Junto a su gato sin cabeza.
Ella come pescado de diferentes mares
Mientras escribe cartas al río
Que vuelven en forma de botellas,
Y las enaguas deshojan la luna
Y ella camina sin andrajos por las calles
Seduciendo un árbol de plaza pública
Donde cuelgan las enaguas de la viuda.
Se enamora de ángeles azules
Que beben vino en los bares
Pero decide cortejar a los lobos
Que no devoran ya su pecho.
Y vela el árbol de la plaza pública
Esperando el diablo que dormiría con ella
Una noche en que la luna sería una enagua  
Y todos estarían drogados como víboras
En un país de cabello rojo.

Pintura de Roberto Matta

Lo sé


Seguirán naciendo hombres sin padre
que se lo chuparan gratis a otros hombres
y seguirán habiendo maestros
que rían mientras sus discípulos
pregunten al techo
«Padre, dime, ¿por cuántas monedas de cobre
me diste a dios  


"Poeta lírico presentando a poeta empírico"

 Ilustración de Robert Sherer

viernes, 5 de junio de 2015

El esqueleto de vino



El esqueleto de vino
Cubierto de baba en vez de sangre
Con oscuros hongos en vez de ojos,
Se apoya en el cristal del auto
Para percibir el ropero de espuma
Y alucinar con trenes marinos
Entrando y saliendo
Como pulgones al devenir del mar.
El esqueleto de vino
No quiere observar nada más que las olas
Porque tiene miedo de ver el futuro
De ver lo que se pudre
Porque puede ver el pasillo del baño.
El esqueleto de vino, sin nariz ni muelas
Condenado a sentir sin órganos,
Le reza al culo de la virgen de loza
Y suplica por el vacío,                                
Por la gruta del huevo y su vomito.  
                                                                                                                                      Ilustración de Édouard Chimot

jueves, 4 de junio de 2015

Velas de atropellados


Ángeles naranjados de Vallenar
Cuidan de  los buzos del río inexistente,
Por allí pasan buses y camiones de grasa;
Carnicerías ambulantes devoradas por gusanos lunares.
Os veo, ángeles naranjados de Vallenar
Antes de pedir ayuda, están atentos a mí ser
Que tiembla rumbo al norte
En busca de la estrella del ritual.
Picas de palo aguardan unidas con nombres
Y mi cuello se retuerce al mirar estos ángeles
Que en realidad son buitres del retorno. 


miércoles, 3 de junio de 2015

Representación del poeta Samuel Núñez en la feria del libro de La Serena

   Samuel Núñez nació en 1953 en La Serena. Se educó en el Barrio Capuchinos, Alfredo Muñoz con Cisterna, que existió hasta el terremoto de los años 60. Es allí que conoce la poesía, compartiendo, peleando y dialogando con personajes de barrio. Discípulo en su juventud de una época de long plays, revistas de música  y  radios de onda corta. Inspirado por el rock anglo  y las bandas chilenas pre dictadura, comienza escribir poemas para ser cantados. En 1984 funda con poetas locales la revista de arte y poesía Añañuca, que circula de mano en mano en distintas peñas y recitales poéticos. Añañuca se convierte en la revista de La Serena por antonomasia, publicando sin excluir, a poetas y escritores, a músicos y dibujantes. Este formato es la oportunidad de los que nunca participaron en un taller literario y no podían publicar sus primeros textos. Mantiene correspondencia con exiliados de la dictadura rescatando sus escritos, y a su vez, difundiendo el trabajo de poetas del Elqui por América y Europa. La primera lectura en sociedad de Núñez fue en la “república independiente de Las Compañías”, junto al poeta chileno, que venía llegando de Canadá, Gonzalo Millán.  Publica sus primeros plaquettes: Contramanifestación a los 17 años y Entre dos tiempos, mostrando el poema breve y directo, cantando a la juventud que no pertenecía a un partido y que no se sometía a toques de queda. En el retorno a la democracia, las manifestaciones se terminan, muchas personas desertan de escribir y revistas culturales dejan de moverse, es por eso que Núñez declara: “Escribir para mí no se trataba de hacerlo dentro de una dictadura nada más, había que ir mucho más allá, sin obviar la catástrofe”. Muchos poetas bajan la pluma pero nuevas revistas literarias, más atrevidas, reconocen la trayectoria de Añañuca, y es junto al director de Musaraña, Gonzalo Hernández, que publica su primer libro: Perdido en un mundo perdido (San Pedrito, 2008). Pero aparte de la impresión de este libro, varias autoediciones de su trabajo demuestran la constancia del poeta por publicar. Los temas de su poesía rodean las calles de nuestra urbe; habla de los lectores de kiosco, de los perros domésticos, de las autoridades de turno, del trabajo de mínimo sueldo, de los viajes en micro, de la borrachera melancólica, de los vagabundos de feria, de los melómanos callejeros. Es un poeta que contempla la naturaleza; los jardines de las poblaciones, las madrugadas de provincia, acercándose a la invención de un haiku más urbano. Rebelde frente a las religiones, a la figura de Dios y Jesús, siendo un serenense que estudió en un colegio católico. Samuel Núñez no utiliza las metáforas, o las aliteraciones, o las enumeraciones o la rima, como una fórmula de escritorio, sino su trabajo es intuitivo, como el jazz o el grafiti. Es un poeta que escribe al amor, pero a la contra; peleando con su mujer y escribiendo poemas indecentes. Los lectores más puristas siempre odian sus versos más eróticos, creen que el poeta tiene que asumir una identidad; la rutina y no la ruptura. Su trabajo poético de casi treinta años se reúne el 2014 en la antología De Bares y Vagones, encuadernada por taller Me Pego un Tiro y evidencia sólo parte del trabajo en vida del poeta, ya que la vergonzosa justicia del escritor en Chile llega con la muerte. Es por eso que antes de su cita con la morgue literaria, dejo ante ustedes al poeta Samuel Núñez.

 Publicado el 30 de Enero del 2015 en el periódico Invisible

Lanzamiento del libro De Bares y Vagones el viernes 10 de Octubre del 2014

martes, 2 de junio de 2015

Lozano sexo de una literata



Aún admiro la scutigera que llevabas en la frente
que amaste como el abrazo de las garras
cuando el crepitar era sometido.
Hoy te recuerdo muy lejos del poema
de esta tinta azul
de estos zafiros que esparzo
sin poder hablar de tus textos
y de tus labios,
pues sólo me atrae una fotografía de tu cara
con una inmensa scutigera en la frente.


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